En tiempos de revolución y cuestionamientos sobre el futuro, vale la pena recordar lo esencial: la sexualidad es inherente a la experiencia humana. Define nuestra identidad y orientación sexo-afectiva; como también nuestra percepción del erotismo y el placer. Y si bien su denominación ha estado ligada históricamente a la genitalidad, lo concreto es que es multidimensional y está presente hasta en nuestras acciones más cotidianas, como saludar, bailar, e incluso comer.
Ante eso, la importancia de debatir en torno a la sexualidad se ha tomado la agenda política y social, en especial consideración con las diversas crisis que hemos sufrido los últimos meses, como lo ha sido la pandemia por el COVID-19 y la revuelta social que alcanzó su punto neurálgico el pasado octubre. Más aún, se repliega la idea de la sexualidad desde lo digital, donde se levanta como una alternativa confiable para canalizar las pulsiones que se ven amedrentadas por el encierro y el caos. Así, estas discusiones comienzan -finalmente- a ser importante para entes como los gobiernos y estados, a la luz de tener presente su influencia frente a “la nueva normalidad”.
En partes como España, la Agencia de Salud Pública de Barcelona, ha aconsejado a sus ciudadanxs mantener relaciones sexuales al aire libre con el propósito de evitar contraer el coyuntural coronavirus. Además, incluso se aventuran en proponer métodos como el Sexting como “medida de precaución” efectiva, lo que indica los pasos que el sector salud ha tomado en sinergia con las herramientas de la tecnología de cara a prevenir más contagios, sin despreocupar la salud física, mental y sexual de su población.
En Chile, muchas discusiones en torno a la sexualidad siguen atoradas debido a falta de educación sexual y reconocimiento de DD.HH., como lo son el derecho al aborto libre y seguro, además de los impedimentos levantados por sectores conservadores que imposibilitan la libertad de vivir la sexualidad, edificado en discursos de odio e ignorancia que proliferan por todas las veredas. No obstante, respecto a la relevancia del estado en estos asuntos, cabe preguntarse sobre situaciones como el hacinamiento y la falta de espacios para la expresión sexual, donde la pobreza lleva a muchxs a compartir lugares donde no cabe intimidad.
Al comprender la vitalidad de la sexualidad y sus efectos en nuestra vida, empujaremos a la población a un entendimiento respecto de sus cuerpos y sensaciones, donde expresar la sexualidad no será un tapujo en cuatro paredes, sino que podríamos, inclusive, prometer lugares seguros para la expresión sexual, como cabinas o parques para prácticas sexuales al aire libre. De aquí a eso, una pandemia y muchos tabúes que dejar caer.
Preguntas:
- ¿Crees que los estados/naciones debiesen proveer de espacios para practicar la sexualidad? ¿Por qué?
- ¿Qué tipo de lugares te gustaría que se habilitasen para las prácticas sexuales?
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