Relato por Anastasia María Benavente, una mujer diferente.
En noviembre, para mis cumpleaños siempre hace calor, por lo que acostumbro a usar minifalda; pero el último fue diferente.
Esa mañana el calor me sacó temprano de la cama, tenía todo listo desde el día anterior: la peluca peinada, los maquillajes ordenados, el taco con la tapilla nueva, los accesorios y por su puesto la mini. Solo me faltaba una corona de flores que completaría la imagen mental de mí mismo y marcaría, según yo una entrada triunfal a mis cuatro décadas, robando de las flores algo de turgencia.
Muchas de las cosas que imagino no existen, por lo que tengo que escribirlas y crearlas. Por aquellos días estudiaba teatro, así es que después de la clase de esa misma mañana de sábado, comencé a recolectar las flores para poder crear mi artilugio. Del patio de la escuela saqué las primeras flores unas con ramas tipo enredaderas color violeta. Luego caminé por Pio Nono y se me apareció un árbol gigante, muchas veces pasé por ahí; pero jamás percibí la generosidad de ese árbol contaminado por el smog, que me ofreció unas flores que parecían campañas anaranjadas. Seguí por Vicuña Mackenna rumbo a mi casa y el mundo floreció a mis pies y ellas se asomaban unas por sobre otras para engalanar mi peluca, flores: rojas, amarillas, rodadas, lilas y otros colores indescriptibles que aún permanecen en esta ciudad gris.
Cuando llegué a mi casa les di un baño de agua fresca, las enmarañe, tejiendo mi aura floral y me sentí único y a la vez solo y por un segundo quise convertirme en flor.
Al llegar la noche, comencé a crearme, eligiendo los colores que combinarían con las flores y la minifalda, tras algunas capas de Maruri, sombra aquí sombra allá, unas pestañas hermosas, lentes de contacto, la peluca, la ropa y todos mis accesorios, que se venden por separado, estuve lista para usar mi corona… cuando me entronicé, me sentí mágica, alta como un pájaro y aspirando oxígeno, a lo Paloma libre.
En el Andén de Yungay, me esperaban mis amigxs más íntimos en una terraza en el barrio de mi infancia, rodeada del amor de mis cómplices y compañerxs de la batalla dura que es vivir o más bien sobrevivir desde la vereda crítica y disidente, donde mi propio cuerpo travestido es bandera y arma de lucha de la revolución antibinaria, parricida y anticlerical.
De pronto el calor se fue y un viento frío se apoderó de las calles y de mí, mi amigo Caleb me regaló una pashmina rosada que hizo conjunto de inmediato y partimos a la fiesta de la Festival de Arte Erótico donde me habían dejado en lista.
Ese día pinché tanto, habían guachitos ricos e interesantes; bailé, bailé y bailé, luciendo mi corona, me besé con mis amigos y amigas a quienes amo tanto y en medio de ese estado de plenitud, aparece él con su carita de chileno promedio (en centímetros me refiero, ya saben que tengo el don de la pico videncia) vestido con un chaleco gris, con unos bigotitos sexies antiguos, una nariz grande, moreno, ojitos chinitos y muy coqueto, a los pocos minutos me hace el “gesto” que significa: chúpamela, vamos paloscurito, ahí es piola. Y detrás de una escalera algo hicimos, total era el Festival de Arte Erótico y él adicto a la pornografía había descubierto el tag “shemale” y así no se siente tan cola, al desear a otro ser con verga igual que él.
Los hombres, los machitos, se atreven a probar cuando una proyecta una imagen femenina y no les importa nada y desatan sus pasiones y sus deseos más bizarros, porque saben que las travestis somos carne de cañón y no necesitan fingir sus morbos con nosotras.
Nos fuimos a la cama y nos besamos desenfrenadamente y solo era él y yo, desnuda con la sorpresa al aire y sus fantasías homoeróticas se incrementaban con la sentencia cierta de estar culiándose a un travesti, yo cual cebolla me desprendía de mis capas: la corona, la peluca, la mini y todo lo demás.
Cuando despertamos hacía calor nuevamente, ya no le importó nada y seguimos follando, con la lucidez del día lo encontré más lindo y su voz era música para mis oídos y sus besos olían a mí y sus ojos chinitos veían mi verdad y las flores mustias expelían olor a florero. Al irse dejó su chaleco.
Traté de ubicarlo para devolvérselo, pero solo contestó con evasivas y a veces me mandaba un emoticón de beso por wsp, de seguro cuando se tomaba unos tragos con sus amigos o cuando veía esas películas pornos y pensaba que él tuvo a su propia shemale.
Una noche, cuando llegó el otoño y comenzó a hacer frío, volvió…y quise pensar que por mí, así es que lo esperé vestida de actriz porno y le hice todo el show, él esperaba verme de chico, pero lo esperé con una versión express de Anastasia, con mi pelo natural que estaba en proceso de crecimiento y un enterito de red, más la sinuosidad propia de mi persona.
Le tenía el chaleco encima, pero decidió quedarse y mi corazón travesti sonrió. Nunca duermo con nadie, pero quería tanto su presencia que lo contemplé mientras dormía y sin darme cuenta sus ronquidos se transformaron en una canción de cuna que me hizo abrazarlo hasta el amanecer. En la mañana tomó su chaleco y se fue.
En ese momento supe que él sería mi amante estacional y que al terminar la primavera me buscará en algún evento para quedarse conmigo, llevando su chaleco, que dejará olvidado hasta el próximo otoño.
Anastasia María Benavente
Licenciada en Literatura y Lingüística Hispánica, con mención en Literatura, titulada en la Universidad de Chile. Licenciada en Educación, Profesora de Lengua Castellana y Comunicación, Magíster en Pedagogía Universitaria, titulada en la Universidad Mayor, Magíster © en Estudios de Género y Cultura de la Universidad de Chile. Actualmente trabaja como asesora técnica de la RedLacTrans, una organización que lucha por los derechos humanos de las personas trans en Latinoamérica y el Caribe, prestando apoyo a la corporación Amanda Jofré. Performista parte de varios colectivos de creación y disidencia sexual, como “Fuerza Travesti” que acompañaba las performance de la fallecida “Hija de Perra”, en su lucha contra la heteronormatividad, también “Locas, Putas y Brillantes” con la obra Travesía Travesti. Hoy se encuentra cursando el doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos, especializándose en estudios de performance.
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