La relación entre la sexualidad y la tecnología ha sido fuente de discusiones desde sus comienzos, sometiendo a revisión a cómo las herramientas y los canales digitales han influenciado en la circulación expansiva de material de explotación sexual, porno-venganza, u otros contenidos que conflictúan o se riñen con la ética y la dignidad de las personas. No obstante, en tiempos de crisis sanitaria, el internet ha cumplido un papel fundamental no sólo en la posibilidad de expresar la sexualidad con otres sin salir de casa, sino también como una ventana (no tan) alternativa para quienes operan en y desde el trabajo sexual, como lo es la plataforma de contenido exclusivo OnlyFans.
OnlyFans es una aplicación en línea creada en 2016 donde las personas pueden pagar el material (fotos y videos, transmisiones en vivo) a través de una membresía mensual. Y si bien el contenido es creado principalmente por YouTubers, modelos y otras figuras públicas, ha sido una plataforma que personas han utilizado para promocionar su propio contenido, donde el comercio sexual ha tenido un considerable auge. De esta forma, las problemáticas sobre el uso de las redes para la difusión de este tipo de material vuelve a la palestra, donde se plantea desde la regulación institucional hasta si es legitimo o no este tipo de negocios.
En casos mediáticos, estuvo el de la actriz norteamericana Bella Thorne, que al momento de abrir su cuenta en OnlyFans en agosto de 2019, declaró que sólo en una semana recaudó 2 millones de dólares en membresías. No obstante, surgieron criticas por parte de sus seguidores, quienes denunciaron “ser estafados” al comprar membresías que alcanzaban hasta los US$200 dólares, pero que el contenido presentado no incluía desnudos de la actriz, como así lo hubiese planteado ella con anticipación. En ese tipo de casos, donde la actriz había anticipado que se podría acceder a material NSFW (Not Safe For Work, o en español, No es seguro para el trabajo).
En este tipo de casos, cabe cuestionarse si Fenix International Limited, proveedores de la plataforma, debiesen tomar mayores precauciones en torno a la promoción de publicidad engañosa y/u otros fraudes a les consumidores, y de haberlos, que su dinero sea reembolsado. No obstante, estas regulaciones resultarían inconsistentes, ya que dependerá de la legislación de cada país o estado si este tipo de delitos serían perseguidos, lo que podría beneficiarte o no como consumidor de este tipo de contenidos.
Plataformas como Onlyfans son sólo una vía para re-interpretar la realidad de les trabajadores sexuales y aficionadxs que han encontrado, en la vía cibernética, un formato para generar ingresos frente a la marginalización de su oficio, el que sigue siendo criminalizado, y que, sumado a la crisis de la pandemia, ha exarcebado la desprotección que sufren en su día a día.
Porque aunque el espacio virtual de las redes se erija como el canal que pone en vías de democratizar al comercio sexual, la realidad pulsante dista mucho de la simple accesibilidad a una red de banda ancha; y con eso, la discusión sobre los derechos laborales de estxs trabajadores tiene que ser considerada, regulando desde quien ofrece al servicio hasta quien lo consume, con las garantías legales que dicha labor amerita. K
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