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Amor caliente en la época posinternet

Sobre Opera prima de Hot Love // por Aliwen Muñoz J.

El gato es negro
pero se lo ve porque sus ojos son amarillos
y la noche no es tan negra como él.
(…)
El gato no se sabe si es macho o hembra
porque está quieto
y un poco lejos.
(…)
El gato es bello
y todos lo perciben en los ojos.
Es un poco loco también…
Fernanda Laguna

Poco antes de las seis de la tarde, un frío domingo que coincidía con el 11 de junio, dejé de lado lo que estaba haciendo y me conecté a la computadora desde mi cama. A través de un evento de Facebook, pinché el hipervínculo que me llevaba a la página que tiene Hot Love en Cam4. Se trata de un portal porno, donde cualquiera que le interese ganar un poco de dinero o de atención y esté dispuesto a mostrar el cuerpo (o inspirarle una paja a un extraño como pueda) puede generar un perfil y comenzar a recibir espectadores, quienes van cayendo de manera semi-aleatoria. Si bien los comentarios del chat simultáneo a la imagen video de el, la o le bailarín virtual suelen requerir la turgencia heteronormada de la figura ―noventa sesenta noventa, pelo largo y una concha bien apretada en el caso de las chicas, que son la gran mayoría que constituyen los perfiles― la marea anónima de la web tiene deseo cosificador para cualquier tipo de cuerpo: cuerpos gordos, cuerpos trans, cuerpos de diversidad funcional; todos sujetos a la óptica fetichista de una pantalla desconocida.

Hotlove es un grupo de arte performance que comenzó el año 2016, cuando un grupo de tres chicas chilenas ―Vesania Andrea, Camila Carlota y Fernanda Ivanna― son interpeladas por la iniciativa de Ofelia Jarl Ortega, descendiente de chilenos exiliados en Suecia que de paso por el país quedó con ganas de proponer en la escena subterránea  chilena de arte erótico. El arte de performance (también conocido como el arte corporal o las acciones artísticas en Latinoamérica) es un tipo de arte vinculado con el final de la modernidad artística, cuya principal contienda había sido la progresiva depuración de sus medios artísticos específicos como la pintura o la escultura, apelando a la autonomía del campo del arte. La performance, por su parte, privilegia la experiencia efímera en vez de los soportes materiales y emplea el mismo cuerpo del artista y su actuar como obra. Este tipo de arte fue privilegiado por aquellas productoras y productores artísticos quienes, durante la segunda ola del feminismo, quisieron cuestionar no solo la hegemonía del discurso histórico-artístico a través de este nuevo tipo de prácticas sino también las políticas del poder socio-sexual que le son inherentes a los cuerpos.

Hacia el final de la segunda ola feminista, la pandemia del Vih Sida estremeció al mundo entero, y las contiendas feministas pasaron a considerar no solamente la opresión ejercida sobre la mujer sino la de distintos grupos «minoritarios» (en cuanto a representación) como homosexuales, las divergencias sexuales, «minorías» étnicas y raciales, periferias regionales o intraurbanas, especies distintas a la humana o personas con impedimentos de movilidad; distintas intersecciones que se articulaban de manera diferida con la lucha de
clases. De la misma manera, las tendencias abolicionistas del feminismo ―las cuales negaban a la pornografía y a la prostitución, leyéndolas como cosificantes y opuestas a la liberación sexual― fueron cediendo por otras miradas más nuevas que, si bien cuestionaban a la industria pornográfica y su representación del sexo, consideraban la producción de imágenes eróticas como un posible flanco para la resistencia. Fue así como distintos artistas o trabajadores sexuales, como Annie Sprinkle en Estados Unidos o María Llopis en España, comenzaron a realizar sus propias pornografías desde la disidencia sexual: fenómeno el cual sería reconocido posteriormente como Post-Porn o posporno.

Hoy por hoy, lejos de aquellas primeras manifestaciones artísticas y activistas que buscaban denunciar la violencia sexual ejercida sobre los cuerpos, la opresión sexista en la época neoliberal aún deja mucho que desear en cuanto a las libertades sexuales y políticas de las «minorías». La performance posporno sudaca (o sud-acá, como le llama Laura Milano) responde. Opera prima no es, sin lugar a dudas, la primera vez que estas chicas irrumpen en la escena performática chilena subte. Sin embargo, fue la primera vez en la que no recurrierona la convocatoria física de espectadores como gatillante para la acción ―como ya habían aparecido en Club Social de Artistas en mayo o en el Tercer Festival de Arte Erótico en diciembre de 2016―, desterritorializando su propuesta exclusivamente dentro de la política cibernética de Cam4. La acción comenzó cuando se abrió el canal de Hot Love, permitiendo ver a Fernanda y Camila de manera poco parsimoniosa preparándose a ellas mismas y al set (en términos de iluminación, de parafernalia, miraban por momentos sus smartphone de manera despreocupada ante la óptica del espectador impaciente) antes de que «comenzara» la acción misma. Se da por «inaugurada» la acción cuando, arribada Vesania, las tres gatitas se instalan en fila frente a la cámara, en un set de aspecto cómodo e íntimo, imbuido por un neón del magenta y el fucsia. Las tres se acuclillaban vestidas con trajes felpudos multicolores (azul, rosa y negro) que hacían conjunto con orejas de gato sobre la cabeza y colas peludas en el derrier. Pasaron a descubrir los senos y la entrepierna con unos cierres ocultos y se dieron vuelta para mostrar un primer plano de culo y concha, las cuales comenzaron a mecer al son de unos coreografías sencillas que se hacían acompañar de una instrumentación que alternaba entre el noise experimental y el new wave.

En un morbo que devenía entre el fetiche, la para- y la zoofilia, las tres chicas cuestionaban la paciencia del machito hetero anónimo en busca de una paja rápida que ―además de los «iniciados» que presenciábamos este acontecer desde el prisma del arte― componían el grueso de los espectadores. A través del chat simultáneo, los machitos anónimos exigían proezas sexuales y de mostración a las performanceras, insistiendo de sobremanera por bailes privados vía Skype:
I wanna pump cock crazy huge and asshole wide open to prolapse for you.
Hablen po respondan.
¿Chilenas?
Nada mejor que el sexo lésbico entre gatitas…

Estos comentarios son rescatados a través de mi registro personal de la acción. El hilo conductor que vincula estos comentarios del chat abierto es la de la búsqueda por el empoderamiento sexual del espectador, quien precipita su inmediación dentro de la experiencia «escénica» a través de la tecnología telecomunicacional simultánea. El machito (pequeño macho, falo «ausente») goza de un anonimato unidireccional, pero debido a su mismo anonimato es desplazado de la jerarquía de poder que mantiene corpóreamente en sociedad: condición que transita del falo al seudo-falo o dildo. Al exigir ―o a lo sumo verbalizar― sus fantasías para con los genitales de las bailarinas, el que dialoguen con sus verbalizaciones, les expliciten su locación topográfica o definan sus prácticas como subsumidas bajo la identidad lésbica buscan territorializar la subjetividad sexual de las chicas, no por otorgarles contexto biográfico, sino por posesión y cosificación sexual de sus cuerpos.

Hot Love es una colectiva que practica el porno terrorismo: «como contra-arte, (…) es un modo novedoso de construir un uso de los placeres y reprogramar nuestros deseos». En el transcurso de la performance, las performanceras bebieron leche desde un platillo tal como tres gatitas ariscas. Abrieron de piernas a Camila (de traje rosa) e insertaron un consolador (rosa) dentro de su tracto vaginal, lo mismo revisaron las tres muy atentas un ratoncito felpudo (fucsia) con un estetoscopio (rosa) de juguete para luego insertarlo también en la vagina de Vesania (vestida de celeste). Lo mismo, entre besos y caricias, Fernanda (la de negro) y Camila llenaron la labia de la concha de Vesania con ganchos de ropa rosados; dejándola así de apariencia dentada. Adjudicándose y reinterpretando los estereotipos que vinculan a lo femenino con lo infantil a través de la estética de la baratija, la propuesta de Hot Love caduca las nociones del género débil por empoderamiento de una subjetividad sexual colectiva, transitoria y vía streaming. Las acciones eróticas voluntarias de las perfomanceras, inafectadas por los mandatos del espectador anónimo, buscan devenir en el placer y autoplacer que es condensado en la metáfora del deseo femenino como gatita negra: metáfora visitada por otras artistas del Cono Sur como Fernanda Laguna. La metáfora de la gata en celo adquiere el cariz de la memoria política y sexo-política con la contraparte del ratón, conmemoración bastarda de las torturas sexuales ejercidas sobre mujeres militantes y librepensadoras en la Venda Sexy durante la dictadura. Esta subversión de los placeres funciona de la misma manera como desajuste de la demarcación sexo-género de la identidad «mujer», donde incluso la genitalia es propensa a fluctuar en modificaciones precarias y efímeras. Los académicos que insisten en la extensión de la danza, o en el giro performático o posdramático en las representaciones escénicas, ignoran las dinámicas sexo-políticas del porno en la web.

REGISTRO DE HOTLOVE EN FAE 2016: https://vimeo.com/208066436 

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